En el año 1998, de manera informal, un grupo de vecinos se reunieron para hacer una turronada como despedida del año, el mismo día de Nochevieja, estando presente Consuelo. Una idea bonita donde se compartía con gente a la que se aprecia esa salida y entrada de año.
La Navidad es la época del año donde todos nos transmitimos los buenos deseos. Desde la Fundación queríamos hacerlo de manera sincera y personal, no sólo a través de una felicitación en papel. Fue ya en el año 2001 cuando nos planteamos la idea de llevar más allá esa felicitación y qué mejor manera que hacerlo cantando unos villancicos. De esta manera queríamos desear de todo corazón nuestros buenos deseos a toda la gente del entorno que quisiera acercarse a compartir ese momento.
A partir de ahí, el sábado antes del día de Navidad, todos los años contamos con algún coro que nos transmite estos buenos deseos a través de sus excelentes voces cantando villancicos tradicionales de nuestra tierra y de otros lugares. Realizamos un brindis todos juntos y compartimos un pincheo para cerrar el año como se merece.
Queremos ampliar estos buenos deseos a todo el año y a toda la gente que nos rodea, no sólo a la época navideña y para ello, recordamos la famosa receta que os indicamos a continuación, por si a alguien se le olvida.
“Preparamos un sólido y resistente molde de armonía e introducimos en su interior harina de solidaridad. Añadimos paz y justicia en generosas cantidades y lo amasamos todo con las manos de la tolerancia, el perdón y la ternura. Añadimos la sal del optimismo, el azúcar de la alegría y la levadura de la caridad.
Cuando la masa esté bien compacta, la rociamos con el licor verde de la esperanza y la ponemos a cocer en el horno del corazón a temperatura que brota del amor, cuyo resultado nos dará el pastel de la solidaridad y el compartir.
Y, como tenemos fe en que estos ingrediente son de alta calidad, podremos saborear su exquisita dulzura en navidad y en todos los días del año, porque no tienen caducidad.”